Cuenta la leyenda que en el interior de las montañas que rodean al alicantino Relleu se alza un tesoro perdido que permanece visible solo para aquellos suficientemente valientes como para buscarlo.
También se dice, como si de otro cuento fantasioso se tratara, que en medio de la sierra reullera y a través de un camino asfaltado se alza otro de sus secretos mejores guardados: una espectacular finca, llamémosle “La Casa del Olivo”, de unos 250,000 m² donde la plantación de 80 olivos orgánicos de producción activa se extendía como un manto sobre la tierra.
La luminosa propiedad aparecía entre los picos de las montañas como un vergel de verdor y vida. Con un corazón hecho de piedra y madera en forma de mansión de 120 m², un espacio que acogía en sus cinco habitaciones a quienes buscaban asilo. El santuario para los caminantes cansados que también tenía una segunda construcción lista para ser transformada en el refugio personal o el espacio para proyectos agrícolas con tractor incluido.
Los más preciado de “La Casa del Olivo”, comentan los más longevos de la localidad, era su agua, un tesoro líquido que brotaba de un pozo propio y una balsa de recogida. Con un sistema de riego que abastecía la zona agrícola y los jardines que adornaban la finca. El amplio y luminoso porche cerrado permitía conectar con la sierra y compartir los días de barbacoa arropados por el fuego de la estufa de leña en invierno contemplando las vistas panorámicas que alcanzaban el mar.
Cuentan, como si de una leyenda se tratara, que de las montañas aún se escucha el eco de las historias de generaciones que disfrutaron de este oasis. Y que la finca permanece erguida esperando a que nuevos caminantes empiecen junto a ella su camino y florezcan sus historias entre olivos.